jueves, 12 de abril de 2007

EL PAPEL DE LA EDUCACIÓN EN LA CONVIVENCIA Y EL RESPETO INTERCULTURAL

La violencia contemporánea se apoya en una serie de causas puntuales de diverso tipo, y también en un conjunto de principios aceptados por buena parte de la humanidad, que se articulan entre sí como una cultura del menosprecio y de la agresión. De ahí que hablar de paz y de diálogo nos conduzca de inmediato, a más de al examen y corrección de las razones inmediatas, a interrogarnos por los contenidos de una cultura que haga posible la existencia de un espacio común, donde convivan las singularidades sin entrar en conflicto. Espacio necesariamente sujeto a un sistema de principios, aceptados por todos como norma de convivencia, que, para no incurrir en ambigüedades, identificaremos con los definidos en el Convenio Europeo de Derechos Humanos, del 50, completados en los tratados comunitarios posteriores y propuestos como un reconocimiento jurídico y político situado por encima de las discriminaciones habituales y más allá de cualquier límite geográfico.
De las muchas áreas en las que procede la acción para construir o vigorizar una Cultura de la Paz, un pensamiento que la haga posible, no en términos simplemente fácticos –las, a menudo, terribles “pacificaciones”–, sino como expresión de realidades sociales presididas por los valores humanos y los principios democráticos, una de ellas, sin duda fundamental, es la educación, en la medida que constituye una etapa decisiva en la formación de la personalidad. A su vez, también dentro de la educación, son varios los campos en los que cabe incidir para la creación de un pensamiento humanista y dialogante. Campos entre los que este Programa ha elegido uno muy concreto, y totalmente conectado con los problemas y las posibilidades de nuestras sociedades de la información: el del conocimiento del “otro”, el de la aceptación de las diferencias, como una consecuencia lógica de la historia de los pueblos y de la conformación física de nuestro planeta, a la vez que la sujeción a una norma común que excluya la apelación a la “diferencia” como justificación de sus actos de incumplimiento.
A la hora de establecer el Programa, hemos seleccionado diversos caminos y materiales, que deben intervenir y ser parte esencial en su desarrollo, aunque, por una serie de razones, hayamos dado a la narración oral una función conductora, considerando que el cuento ocupa un lugar importante no sólo en la tradición literaria de muchos países, sino en sus prácticas de comunicación social. Desprovisto de todo aparato escenográfico, el cuentero ha sido el artista del imaginario popular, el personaje capaz de recrear el mundo ante sus oyentes. Aparte de la incidencia decisiva en el imaginario colectivo de los mitos creados por los grandes cuentos de la literatura infantil.
La narración oral aparece en el Programa, al principio, como primer estímulo, y, al final, como resumen de un proceso de creación y de trabajo que integra la reflexión, la información, el debate, la escritura, la comunicación, la dramatización y la afirmación de la persona en el trabajo colectivo, con alumnos procedentes de uno o de varios países. Es decir, como una manifestación total, y no meramente literaria, alcanzada en el ejercicio de la reflexión y de la imaginación, siempre desde la conciencia de la propia libertad y responsabilidad del alumno. Y que, por la sencillez material de su ejecución, resulta idónea para organizar programas conjuntos o de intercambio entre los centros escolares, para conciliar el rigor pedagógico del trabajo en el aula con la comunicación del mismo fuera del colegio, para hacer oír a la sociedad la voz de los niños y adolescentes con la experiencia acumulada.
El Programa aspira a estimular el imaginario de la fraternidad y la solidaridad, desde el que contrarrestar la mitología del odio o la indiferencia respecto del otro, que hoy se propone cotidianamente a la mayoría de los niños y los adolescentes. A menudo, incluso en el marco escolar, y, muy concretamente, en los manuales de historia.



José Monleón
Director de la Fundación Instituto Internacional
del Teatro del Mediterráneo y del Programa

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